LA CHINCHETA.  Reyes Magos en abril

La sonrisa de un niño nunca tuvo precio. Ayer, esa sonrisa de alegría se transformó en nuestra propia alegría. Parecía que le habían inyectado a uno dosis múltiples de felicidad, al verlos reír y jugar después de 6 semanas encerrados. Algunos incrédulos, descolocados, la mayoría sonrientes, con unos “labios de fresa sabor de amor”, como los de la canción de Danza Invisible.

Por una hora llenaron las calles de esas carcajadas contagiosas que habían desaparecido del mapa. Salieron con pelotas y bicicletas, que les ganaron la partida (vueltas de la vida) a consolas y vídeo juegos. Era la imagen, en pleno mes de abril, de unos Reyes Magos de los años 80.

Eso sí, somos un país de pícaros. Muchos adultos aprovecharon el primer permiso para lanzarse a la calle con sus hijos sin hacer caso a nada. Algunos pasearon con los niños demasiado cerca de los vecinos, se arremolinaron en las playas, sin mascarillas y también en pareja cuando solo un adulto debía acompañar a los menores. Siempre hay irresponsables...

No sabemos si ha sido una decisión acertada (yo creo que era inaplazable) pero sí sabemos que ayer recuperamos algo de nuestras vidas. Recuperamos la sonrisa de nuestro futuro, de quienes un día nos pegarán el empujón (y bienvenido sea...) para hacerse cargo de lo que hayamos podido dejarles. Ayer, los pibes chicos, nos cargaron las pilas.

Y ahora, en una semana, nos tocará a los carcamales salir a la calle poco a poco y vencer ese miedo a salir de la cueva que nos embarga. Ese día volveremos a ser niños (más de uno llevará pelota y bicicleta también) y veremos cómo podemos comportarnos y convivir otra vez. ¿Están preparados para ello? Yo, ya he puesto el cronómetro y el corazón, “sin freno y marcha atrás” como decía el escritor, inolvidable siempre, Enrique Jardiel Poncela.


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