LA CHINCHETA. A las bravas...

Lo de La Laguna no será por falta de advertencias y medidas. Comprendo que a la gente le resulte complicado prescindir de su cervecita en las terrazas, de su copa, pero hay que elegir: o la vida o el ocio equilibrado. La reunión que tuvo lugar ayer, a instancias del Ayuntamiento, con todas las partes implicadas, era la última barrera para no ir a un confinamiento del municipio.

Y finalmente no lo habrá (de momento) ...y por más que algunos majaderos se empeñen, lo que no podemos hacer es poner a un policía en la puerta de cada negocio, llamando la atención a la gente para que abandone el lugar cumplida la hora. Ni que el Ayuntamiento (que en la gestión de esta locura ha tenido sus luces y sus sombras) fuera responsable del comportamiento infantiloide de muchos o tuviera un oscuro contubernio con empresarios para que mantengan abiertos sus negocios fuera de hora. Ser político no implica, necesariamente, ser siempre tolete...

Yo mismo fui testigo este fin de semana, cuando cuatro elementos mal encarados, le espetaron a un camarero que, de manera educada, les comentó que se iba proceder al cierre, aquello de: “oye...que yo he pagado caro y quiero tomarme una copa, déjate de rollos, a ver quién coño eres tú”. Lamentable, hasta tal punto que el resto de la clientela les afeó su conducta, con lo cual, y ante la llegada de la policía, se largaron de allí con el rabo entre las piernas.

Ayer se decidió aumentar, hasta reventar, los rastreos, para identificar los lugares en los que se están dando los contagios. Más de uno se va a llevar un susto, cuando la “pasma” le toque en la puerta. Se está dando un fenómeno que se ha definido como “fatiga pandémica”, que hace que la población muestre resistencia a seguir cumpliendo con las medidas. Pues el que esté “fatigado”, que descanse, pero no a costa de los demás.

No debe ser agradable, pero al Ayuntamiento (Y al alcalde Luis Yeray) no le ha quedado más remedio que agarrar el sartén por el mango y ponerse a las bravas. Lo entiendo. Luego, cuando llegan los lamentos, los dedos suelen señalar al que no tomó las decisiones incomodas. Aquello de que “el que avisa no es traidor” ya se quedó viejo. El que avisa, avisó hace tiempo, y aquí no hablamos de traiciones, hablamos de muertes y familias destrozadas.

 

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