LA CHINCHETA. El Teatro de Carolina

“No podemos convertir los hoteles canarios en Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE)”. Se lo escuche decir ayer a Teresa Berástegui, Viceconsejera de Turismo. La Sra. Berástegui, venía con su declaración, a respaldar la posición de la Patronal Hotelera de Las Palmas. Estoy de acuerdo. No es la imagen que queremos, ni que incluso creo yo, debemos transmitir.

Somos un pueblo solidario, porque, salvando las distancias y el tiempo, también hemos pasado las penurias de la inmigración. Por eso, alojar a los migrantes a su llegada, en hoteles, para evitar masificaciones como las del muelle de Arguineguín (el “Muelle de la Vergüenza”), es un gesto lógico y humano. Pero de eso, a que se convierta en una imagen permanente, no. Ni por los que llegan, ni por nosotros.

El daño a nuestro producto turístico es enorme. Por eso hablo de “Teatro” cuando La ministra canaria, Carolina Darias, estuvo en las islas hace unos días anunciando como nuevas, medidas que ya se están aplicando con la inmigración. No viene a ser más que una puesta en escena, con farándula y maquillaje barato, de algo que ya se está haciendo. Nada nuevo bajo el sol...y menos de el que calienta de manera tórrida el “muelle de la vergüenza”.  Parece que es una catástrofe natural que 16.000 inmigrantes hayan venido ahora. Pero es que desde 2018, expertos y ONG ya venían advirtiendo seriamente de que esto iba ocurrir.

“Somos tremendamente sensibles con este drama” dijo Carolina Darias, sin ponerse colorada, en el escenario del “Teatro”. Si realmente el Estado fuera sensible, habría tomado medidas más allá de un dudoso control de fronteras y la apertura de CIE (realmente son campos de refugiados) con meses de retraso. Y además el Estado (Darias escurrió el bulto como pudo), no quiere oír hablar de derivaciones a Península.

Nuestros hoteleros sí que son sensibles. Han aceptado usar sus hoteles para dar un mínimo de dignidad a personas que están amontonadas de manera miserable e inhumana, y también, porque no decirlo, para intentar sobrevivir al mal momento económico, ocupando sus instalaciones. Pero de eso, a que se conviertan en lugares permanentes de acogida, como que no. La buena imagen tarda años en acuñarse, solo minutos en perderse...

 

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