LA CHINCHETA. Placeres mundanos...
Por mucho que muchos se quejen, por mucho que pensemos cosas (que luego no decimos), por mucho que nos brote dentro, en muchos momentos, esas reflexiones racistoides, de : “¿por qué me tengo que comer yo el asunto de los inmigrantes?”, por mucho de todo ello y menos de todo, la imagen de la rotonda del Padre Anchieta , en La Laguna ayer, partía el alma...
Eran 5 (in)migrantes, africanos. Venían seguramente de algún
supermercado cercano, y allí mismo se sentaron a hacerse unos bocadillos, cerca
de las Facultades del Campus
Universitario. Sacaron su pan, algo más envuelto (parecía queso), se
quitaron las cholas y allí se quedaron con su condumio, patas al aire, y
envueltos en una mantas, seguramente proporcionadas en el Centro de
Internamiento.
Al dar la vuelta a la rotonda vi que por la carretera de La Esperanza bajaban
unos cuantos más y otros subían. Algunos haciendo auto stop a ver
si alguien los llevaba. Es lo que hay. ¿Alguien esperaba que se iban a quedar
pasando frío en el Centro de Retención? Claro que no. Desde que pudieron
se largaron a darse una vuelta, a disfrutar de pequeños placeres mundanos, como
echarse un bocata, una cerveza de lata, y que les calentara el sol los huesos. Lo
que hubieramos hecho usted y yo.
Paró un coche con una pareja joven, y cargó a tres para
llevarlos arriba. Los otros dos esperaron serenos a ver si alguien los llevaba.
Y carajo, el coche de Protección
Civil, pasaba también y se los llevó. Yo ya iba detrás. Iban tranquilos comiendose el bocadillo y mandándose su “garimba”. Placeres
mundanos...
Sé que para muchos no son bienvenidos. Incluso para los que sabemos que no han venido a quedarse, sino a buscar rumbo norte. Pero, coño,
que simple es el ser humano, un poco de sol, un bocadillo y una cerveza. Pequeños
placeres mundanos, tan comunes a nosotros, y negados en tierras de hambre y muerte, africanas, tan cercanas (y tan lejanas) a nosotros. A aquellos tipos solo se
les veía la sonrisa de la dentadura blanca entre mordida de bocata y trago de
cerveza...
Así es. Siempre sonríen. Mis tres hijos cuando les corrijo algo me sonríen y me dan las gracias.
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