LA CHINCHETA DEL DOMINGO. El bolsillo nos come...

El bolsillo es adictivo. Se agranda cuando hay dinero y se encoge cuando falta. Está claro que el bolsillo es un agujero negro donde todo se pierde, básicamente el dinero. ¿Cuántas veces no han metido la mano ( o a la cartera, prima-hermana del bolsillo), notan las costuras, y rascan pero no sale petróleo? Digo todo esto porque Canarias es la CCAA, con la inflación más alta del país, a pesar de que los precios han bajado un 0,1 %. 

La inflación es el aumento sostenido de los precios de los bienes y servicios existentes en el mercado durante un determinado período de tiempo. Cuando el nivel de precios sube, con el dinero se adquieren menos bienes y servicios. Vamos, que pagas más y te llevas menos. La cesta de la compra es el mejor ejemplo. Con 50 euros antes comprabas tanto, ahora compras cuanto, y siempre a la baja.

Por tanto, el bolsillo nos come. Mi amigo Tato el Coneja, dice que antes la bandeja de pechugas de pollo (la carne más asequible...), costaba entre 2 y 3 euros, ahora es raro que baje de 4,50. Al final, al paso que vamos, acabaremos comiendo una dieta sana y saludable a base de sándwiches de jamón y queso, macarrones baratos, arroz y tomate frito, porque hasta los huevos han subido de precio.

Son conceptos básicos que ya comenzamos a apreciar: disminución del poder adquisitivo, o sea, menos capacidad de ahorro. Todo ello motiva a gastar más rápido por la devaluación constante de la moneda. Por eso, el bolsillo nos come. El bolsillo manda impulsos al cerebro: ¿dónde está la “pasta”?, que antes me suministrabas? No se la das, y entonces se cabrea, y manda el cerebro el impulso de la frustración y la amargura.

Y es que en muchas familias, acostumbradas a un nivel de consumo, no les vale aquello de “contigo pan y cebolla”. Porque a mí me vale con un bocadillo de sardinas y cebolla con aceite de semillas (el de oliva ni tocarlo...), pero otros estaban acostumbrados al montadito de solomillo o de jamón serrano. Lo dicho, el bolsillo nos come, la inflación nos devora, y en Canarias siempre nos dan un bocado más. Cosas de la periferia.  

 

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