LA
CHINCHETA. El Gallo...
(@chinchetas)
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“Periodistas, salgan ahí fuera como gallos, que no les
toquen el gallinero...” solía decir hasta hace poco, a los equipos de redacción que he tenido el
honor de liderar. Y digo “el honor”, porque ejercer la profesión de periodista
o comunicador es un honor. Honor no es matar al mensajero, eso es simplemente
miseria pura.
El Gallo, cuando levanta la pata... |
Lo de los compañeros del periódico El Día, acusados
por el Ayuntamiento de Arona de ser responsables de la tremenda crisis política
y judicial que vive ese paraíso turístico, es para tirar voladores. Ahora
resulta que los problemas de Arona
son responsabilidad de un periódico, sus periodistas, y empresarios afines. A mí,
ayer, en las Redes, me llamaron de todo (Rata, ladrón, enchufado, habitante de
cloaca etc.) por opinar de la Moción de Censura en Santa Cruz. Básicamente, me importa un
carajo.
Desde niño quise contar la vida a mi manera. Y además de
informar, contrastando la información, opinar también. A ver si de una vez por
todas se enteran algunos que informar es una cosa y opinar, es otra. La opinión
es subjetiva y de cada uno. El que quiere la lee, el que no, que cierre la
puerta al salir. Como bien dice mi compañero Pedro Guerra: “¿Y qué ocurre cuando no
estás en ningún bando? Pues que ellos (los que quieren matar al mensajero) te
ponen la etiqueta y punto”
Mi ideología no le pertenece a nadie, ni soy etiqueta de
nadie. Soy de mi padre, Inocencio,
y de mi madre Teresa.
No como “mortadela” (aunque la de aceitunas no está mal), ni “chorizo
rojo picante”, y rara vez “serrano”, si acaso, un plato del Zamorales,
que está bien rico…y tampoco me como a analfabetos funcionales, metidos a comunicadores
baratos en Redes Sociales.
Esos viven escondidos en su cloaca pestilente, y en la
cobardía infame de sus perfiles falsos. Desde ahí, sin dar la cara, es desde donde
amenazan e insultan, con una verborrea de chusma y llena de unas faltas de
ortografía tan espantosas, que asustarían hasta al Correcaminos. Menos
mal que todavía hay gente elegante, que me recuerda al Gallo, bicho valiente, al
que yo, personalmente, no agitaría mucho. Cuando el Gallo levanta la pata,
pónganse a cubierto. Nada peor que tocarle el gallinero.
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