LA CHINCHETA. Hola, soy Casa de Apuestas...
Es terrible verlos esperar a que abra la Casa de Apuestas del
barrio, o nerviosos con el móvil temblándoles las manos. Muchos han cogido “dinero
prestado” en Casa o han vendido algo para poder jugar. Son nuestros pibes y
pibas. Llevamos bastante tiempo escondiendo la Ludopatía bajo la alfombra. No es
el Covid-19, pero es letal, porque es capaz de acabar con la vida de una
persona y de arruinar familias completas.
El Parlamento
de Canarias (elefante
lento donde los haya), por una vez, ha reaccionado a esta miseria. Van a frenar,
por Ley, de manera taxativa la apertura de locales de juegos y apuestas, para
combatir “la ludopatía en los barrios más vulnerables”. Error, lamento
corregir, pero la adicción al juego no es patrimonio de los más vulnerables. Los
285 establecimientos de apuestas que existen en Canarias, se comen al rico y al pobre. El Juego
no entiende de clases. Esta mafia no hace distinciones, solo sabe contar
dinero.
Fíjense el despropósito. Hasta ahora, estos locales solo
necesitaban una pendejada de declaración responsable (manda webs) para abrir: “Hola,
soy casa de apuestas, me dedico a corromper a niños y niñas, pero soy muy
responsable y creo puestos de trabajo ¿eh?”. Los locales de juego son
como las antiguas sucursales de Caja Canarias, una o varias por barrio y cerquita
de parques y centros educativos. Hay que poner el caramelo en la puerta del colegio.
El asunto es ver qué pasa ahora con los establecimientos
existentes. El Parlamento
ha frenado la apertura de nuevos. Ahora insisten en el control de las apuestas
online, verdadero cáncer, y que solo se puede controlar en el ámbito doméstico.
Ésta es una competencia del Estado
que lleva años mirando para otro lado. Vaya usted a saber por qué, uno no
quiere ser mal pensado...
Como me comentaba el Catedrático de Psicología de la ULL, Juan Capafons,
especialista en ludopatía: “no somos conscientes del daño terrible que
están haciendo estos mal llamados negocios, arruinando familias, en la más
absoluta impunidad y encima diciéndote a la cara, que ojalá ganen más y que
crean puestos de trabajo”. Algún día, nos daremos cuenta del mal que
nos estamos haciendo, mirando a otro lado, y tapando el sol con un dedo.
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