LA CHINCHETA DEL DOMINGO. Las Formas...
Vaya semanita se han marcado algunos políticos. Todos tenemos la certeza de que ya desde hace tiempo, en política, se perdieron las formas. Unos más que otros. Vamos por partes. Noemí Santana, de Podemos, consejera de Derechos Sociales, arrastrando en el teatrillo de las Redes Sociales a la alcaldesa de Mogán, Onalia Bueno. “Facha” o “delincuente”, y no sé cuantas lindezas más le dedicó, con toda la cortesía institucional del mundo.
La actitud de la señora Bueno, amenazando con sancionar a los
hoteles de su municipio que acogieran inmigrantes, es incluso reprobable, pero
no hasta el punto de ser humillada por la representante de un partido que
gobierna en Madrid y que ha sido cómplice
ciego del caos y la miseria con la que se ha tratado a los inmigrantes. Sra. Santana, procure
aplicar con los demás, las mismas formas que pide para usted cuando se critica
su gestión. Es usted consejera de un Gobierno, comience a pensar que no está en
el Mercado del Puerto.
El sobajeo a las formas lo puso en ministro Ábalos, quien, llegado
a la colonia a calmar los ánimos con el tema inmigración, decidió quedarse con
la familia, el fin de semana, en un hotel del lujo de 5 estrellas, a un par de
km de donde estaban llegando los cayucos. “¿Es que me van a decir cómo debo
manejar mi vida privada?” Le espeto de manera chulesca a los periodistas.
No Sr. ministro, eso nunca. Pero que su mal disimulada soberbia y chulería, no
le tapen que no era el momento.
Si quería pasar el fin de semana con la familia tenía un país
entero para refocilarse. No me vale que haya pagado de su bolsillo la estancia,
que nos lo cuente como ejemplo de conciliar la vida familiar y lo exhiba como un
mérito. Eso lo daba por supuesto. Qué carajo...lo que me faltaba es que lo
hubiera pagado del bolsillo de todos. La mujer del César, señor ministro, la
mujer del César...
Sí, definitivamente hace tiempo que en política se acabaron las
formas. La mayoría de nuestros “elegidos para la gloria” se limpian el
trasero con el mal llamado respeto institucional. Solo hay que ver 10 minutos
(ni uno más, por higiene mental) una sesión del Congreso
para darse cuenta. Entre pagar la entrada del Circo y que me inviten al Congreso, me quedo con el Circo. Puestos a ver
papagayos, malabaristas del engaño y bufones, al menos pago y elijo yo...
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