LA CHINCHETA.  (A)llegados

Allegados, arrejuntados, recién llegados, o incluso “piojos pegados”, que suelen llegar los últimos y se lo quieren llevar todo. Quién nos iba a decir que este participio del verbo allegar, ya recogido en el Diccionario de la RAE, iba a tener este meneo varios siglos después. Los gallegos ya han dicho que eso de los allegados es una pollabobada. Familiares y amigos en todo caso.

Y por el andar de la Pandemia, serán familiares, porque eso de los "allegados" suena a cosa poco seria. Y es que, realmente, un allegado puede ser cualquiera que se llegue por donde uno está ¿no? Vamos, incluso el tipo con quien se coincide cada mañana a tomar el cortado en el bar… ¿Son allegados los coleguitas de ver partidos de fútbol, o con quienes se comparten unas cañas de vez en cuando?

O tal vez los vecinos del tercero bien avenidos, o la niñera a la que se profesa un profundo cariño, e incluso el padre putativo respecto al padre biológico, y no digamos la suegra (caso aparte), que sigue siendo una especie no predecible en las relaciones familiares de cuñados, yernos, perros, gatos y demás ralea.

Va a ser todo un espectáculo imaginar a la policía en las carreteras, sondeando a los conductores sobre su relación con las personas con las que van a cenar en Nochebuena: “Sí, buenas noches, ¿me enseña sus papeles de allegado?, ¿pasó la Inspección Técnica de allegado? Vaya papelón esta Navidad...

¿Podría hablarse de “parentesco allegado”, refiriéndonos a un allegado primo segundo de otro, respecto a la tía bisabuela materna, en su calidad de tataranieto? Me da que, si seguimos así, vamos a tener que formar a los agentes sancionadores con un máster en genealogía y relaciones familiares.

Por cierto, “allegados” y dañados sí que nos quedamos ayer al enterarnos de que el Consejo de Estado ha "tumbado" el decreto del Gobierno Canario, para dar vía libre a los test de antígenos. Otro fuego más para el Presi Ángel Víctor. Y además “fuego amigo”, que duele más. Al final, va a ser verdad que no cabremos en la cena de Moncloa, donde no somos, ni siquiera, “allegados”.

 

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