LA CHINCHETA DEL DOMINGO. Mea Culpa...
Seguramente debería estar escribiendo de La Guerra, pero ya hay demasiadas “plumas”, mejores que la mía, en ello. Además, me horrorizaba hacerlo, mientras veía ayer las miradas tristes y perdidas de los niños, con sus familias, huyendo de muerte y desolación. Niños, que, hasta hace unas semanas, vivían en un hogar.
Y entonces (y no me pregunten porqué), mi mente solapó esas
imágenes, salvando las distancias, con las de hace unos fines de semana: menores
apaleándose en el Cuadrilátero de La Laguna o embroncados en el Parque
Marítimo en Santa Cruz. Niños que viven en sus propias frustraciones, en
sus violencias, en las que sus mentes han creado.
Y pensé en mi parte de culpa, Mea Culpa. Por la
culpa de una generación de padres y madres que prometimos a nuestros hijos lo
que nunca debimos prometer. Seguro que muchos de ustedes lo hicieron, mientras
los diferentes gobiernos destruían el sistema educativo con continuos cambios
de leyes, que han convertido a la Educación en la Caja del Turrón
La autoridad de los profesores y la responsabilidad de las
familias, son casi una especie en extinción. Por eso las peleas, la violencia,
incluso las muertes, no se van a arreglar con más policía. Es lo triste: que
todo seguirá ahí, porque hemos mentido (probablemente sin querer), a esta
juventud a la que hemos dicho que se merecen todo. Móviles, coches, viajes y
dinero para gastar.
Alabándoles el oído con promesas, les hablamos solo de sus
derechos y guardamos sus obligaciones en la gaveta. Confundiéndolos con
palabras vacías, y de ahí, de esa contradicción frustrante, surge la rabia
contenida que a veces se manifiesta a palos y golpes. Y esto no va a parar. Mea
Culpa. Los pusimos en el Nido del Cuco, para que fueran criados por pájaro ajeno,
por las malas compañías ajenas, mientras pensábamos que, por trabajar y ofrecer
más, estaríamos redimidos de nuestras ausencias.
Les hicimos semidioses por el mero hecho de existir, quitándoles
su propia responsabilidad en enfocar su futuro. Cada vez que íbamos a decir que
NO, cuando había que reprimir actitudes, pensábamos en ellos, cuando nos
los dieron recién nacidos en las manos. Y entonces el NO se transformó
en el SÍ más cruel y envenenado. Y ahora, es lo que tenemos.
Ciertas tus palabras amigo, y quien arregla esto ??
ResponderEliminarDifícil de arreglar. Gracias por su comentario.
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